Entró en la tienda de varitas, en busca de una nueva. Esperaba salir rápido de allí.
-Buenas tardes, señorita Black -la saludó Ollivanders, desde detrás del mostrador.
-Buenas tardes -saludó también, cortez.
-Espéreme aquí un momento -murmuró el anciano, yendo hacia adentro. A los pocos minutos reapareció, con dos cajas en sus manos. Sonrió amable. -Estoy seguro que una de estas dos irá bien -comentó, extendiéndole una varita.
La tomó, y la sacudió delicadamente. Todo lo que había en el escritorio voló por el aire.
-Um, no.. pruebe esta -le pasó la otra varita.
Volvió a sacudirla, y de ella salió una deslumbrante luz verde. Sonrió, satisfecha.
-Esa es su varita, señorita Black -comentó Ollivanders- madera de sáuce, 27cm, y un excepcional núcleo de pluma de fénix, única en el mundo, flexible y elástica.
Asintio sonriendo, tomando su varita. -Gracias, hasta luego -se despidió, pagando y saliendo de allí.